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viernes, 7 de julio de 2017

SENCILLEZ, SINCERIDAD, ESPÍRITU DE DIOS





GUÍA DE ORACIÓN 09- 07-17 

GUÍA: Sencillez y sinceridad atraen tu mirada, Padre. Te manifiestas a los humildes y pequeños. En tu presencia, ante Ti, haz que te conozcamos, que conozcamos nuestro corazón, quién eres Tú y quién soy yo, cada uno de nosotros. Ven, Espíritu de Dios y llena nuestro corazón de tu amor. SILENCIO DE CONOCIMIENTO, DE HUMILDAD, DE ILUMINACIÓN SINCERA.

De la profecía de Zacarías (9,9-10):

Así dice el Señor: «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.»

GUÍA: Alégrate Hija de Sión. Tu Rey viene a ti: justo y victorioso. Dictará la paz a las naciones. Dominará de mar a mar. Su venida es  seguridad. Cada persona le recibe y le acoge con su conciencia sencilla y sincera, se empapa de la bendición del Señor. Dejamos que llegue a nosotros. SILENCIO DE ENCUENTRO, PACIFICADOR, TRANSFORMANTE.

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,9.11-13):

Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.

GUÍA: El Espíritu de Dios habita en vosotros. Sois del Espíritu y seréis restaurados en Él. Estáis en deuda con este Espíritu. Nuestro actuar según el Espíritu, ha de ser quien nos dé vida y transforme nuestras inclinaciones. Inclinados a la vida nueva en Cristo. Vida de hijos con Jesús. Él nos inclina a la sencillez y humildad.
Miramos nuestro ser y actuar. Pedimos luz y vida nueva. SILENCIO DE CONFRONTACIÓN CON LA VIDA DEL ESPÍRITU, SILENCIO DE CAMBIO HACIA JESÚS.

Del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

GUÍA: Jesús alaba al Padre porque ha revelado su sabiduría a la gente sencilla. Se la oculta a las sabios y entendidos. ¿Nos sentimos iluminados por la luz de Dios?
Todo me lo ha entregado el Padre. Él es quien comunica ese conocimiento de Jesús, el Hijo. Jesús nos invita a ir hacia el Padre con corazón humilde. La fe nos hace caminar hacia Jesús. Su Espíritu nos libera del cansancio. Venid a mí los que estáis cansados SILENCIO DE  ALABANZA, FE Y ENTREGA

RECOGEMOS EN SÍNTESIS NUESTRO ORACIÓN

OFRECEMOS, PEDIMOS, CONFIAMOS

INVOCAMOS A MARÍA NUESTRA MADRE, compañera de camino

PRESENTAMOS AL PADRE LA ORACIÓN DE JESÚS, con toda la familia humana. PADRE NUESTRO

CANTAMOS

Somos un pueblo que camina (E. V. Mateu)

Somos un pueblo que camina,
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Somos un pueblo que camina,
que marcha por el mundo buscando otra ciudad.
Somos errantes peregrinos
en busca de un destino, destino de unidad.
Siempre seremos caminantes,
pues sólo caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Sufren los hombres, mis hermanos,
buscando entre las piedras la parte de su pan.
Sufren los hombres oprimidos,
los hombres que no tienen ni pan ni libertad.
Sufren los hombres, mis hermanos,
mas Tú vienes con ellos y en Ti alcanzarán
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Danos valor para la lucha,
valor en las tristezas, valor en nuestro afán.
Danos la luz de tu Palabra,
que guíe nuestros pasos en este caminar.
Marcha, Señor, junto a nosotros,
pues sólo en tu Presencia podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.

Dura se hace nuestra marcha,
andando entre las sombras de tanta oscuridad.
Todos los cuerpos desgastados,
ya sienten el cansancio de tanto caminar;
pero tenemos la esperanza
de que nuestras fatigas al fin alcanzarán
otra ciudad que no se acaba,

sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.