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viernes, 12 de enero de 2018

SAMUEL, PROFETA



SAMUEL, PROFETA

GUÍA DE ORACIÓN 14-01-18

GUÍA: La oración de hoy nos pone ante el Dios que llama y no siempre es reconocido. Nos acercamos a ti y escuchamos tu voz. Tu palabra nos despierta. Y todavía no te conocemos. En el silencio interior, abrimos los oídos para escuchar lo que tú nos comunicas. Haz que te descubramos en tu palabra, en la vida y podamos decir: Aquí estoy Señor. Espíritu Santo, prepara nuestra mente y corazón para acoger al Señor. SILENCIO DE ESCUCHA, DE DISPONIBILIDAD

Del primer libro de Samuel (3,3b-10. 19):

En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.


GUÍA: Samuel oye la voz de Dios pero no le reconoce. Elí le enseña a decir: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Digámoslo también nosotros y dejemos que la Palabra se abra camino en nosotros.
Samuel crecía, Dios estaba con él. Hagamos nuestras estas palabras y admitamos al Dios que nos da la vida, nos salva y transforma. SILENCIO DE ACOGIDA, ENCUENTRO Y ENTREGA

De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6,13c-15a.17-20):


El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

GUÍA: San Pablo habla a los Corintios: Dios resucitó a Jesús. Vuestros cuerpos son miembros de Cristo. Sois templo del Espíritu Santo. Glorificad a Dios con vuestro cuerpo.  Estas frases nos introducen en el misterio de Cristo muerto y resucitado. Y nosotros, con él, participamos de su resurrección y de la gloria dada al Padre. En silencio asumimos el don de Jesús, del Padre y del Espíritu. SILENCIO AGRADECIDO, Y ADORADOR.

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»


GUÍA: ¿Qué buscáis? Dice Jesús. Quizás también nosotros digamos ¿Dónde vives? Y él nos invita: Venid y veréis. Estas preguntas y respuestas se repiten en cada creyente, y la Palabra de Jesús sigue diciendo venid y veréis. En el silencio de la oración, escuchamos la pregunta y contestamos con sinceridad. ¿Le buscamos a Él, de verdad? SILENCIO DE ADHESIÓN, DE VERDAD Y CONFIANZA

HACEMOS SÍNTESIS DE NUESTRA ORACIÓN: Una frase

ESCUCHAMOS, DAMOS GRACIAS, PEDIMOS AYUDA

INVOCAMOS A MARÍA NUESTRA MADRE Y MAESTRA

NOS DIRIGIMOS AL PADRE: PADRE NUESTRO

CANTAMOS

LIBERTADOR DE NAZARET

Libertador de Nazaret ven junto a mí, ven junto a mí.
Libertador de Nazaret, ¿qué puedo hacer sin ti?


Yo sé que eres Camino, que eres la vida y la verdad.
Yo sé que el que te sigue sabe a dónde va.
Quiero vivir tu vida, seguir tus huellas, tener tu luz,
quiero beber tu cáliz, quiero llevar tu cruz.

Quiero encender mi fuego,   alumbrar mi vida y seguirte a ti.                                             
    Quiero escucharte siempre, quiero luchar por ti.

Busco un mensaje nuevo, te necesito libertador,

no puedo estar sin rumbo, no puedo estar sin Dios.