GUÍA: Es el Domingo 11º del Tiempo Ordinario, ciclo C. Nuestro blog
sigue animándoos a la oración. El encuentro con Jesús, seguro que da sus
frutos. Algunos entráis y comunicáis experiencias. Otros nos visitáis y animáis
con esa participación que siempre es
buena y alegra el corazón, sabiendo que os gusta y os hace bien la reflexión y
la oración. Gracias, por estar ahí y acompañarnos día a día. Seguimos contando
con cada uno. Podéis pasar la dirección a otros y poner alguna frase que os
gusta o que os anima a algún comentario. Así irá aumentando la participación y
lo aprovecharemos mejor.
Espíritu de Dios, Padre Dios y Jesús Hijo de
Dios, Santa Trinidad, gracias por vuestra presencia en nosotros y en la vida.
Hacemos nuestra oración. Estamos aquí, en
vuestra presencia. Nos disponemos a escuchar la Palabra y hacerle sitio
en nosotros. Recorremos los momentos de
encuentro tenidos durante la semana. Vamos haciendo la vida y queremos que
quede con la mejor realidad. En SILENCIO AGRADECEMOS la semana,
pedimos PERDÓN por los fallos y NOS ABRIMOS a la luz del Espíritu.
Del segundo libro de Samuel
(12,7-10.13):
En aquellos días, Natán dijo a David: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías."» David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!»
Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.»
En aquellos días, Natán dijo a David: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías."» David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!»
Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.»
GUÍA: El pecado toca la vida de David. Olvida los beneficios de Dios. Peca.
Cuando el profeta le echa en cara su pecado, Él lo reconoce, pide perdón y el
Señor le perdona. Es la trayectoria del arrepentido. Dios perdona al que vuelve
a casa de corazón. Vemos nuestras reacciones ante el pecado y cómo somos
perdonados por la misericordia de Dios. Agradezcamos esta misericordia y
perdón, aprendamos a perdonar. SILENCIO
AGRADECIDO Y QUE PIDE PERDÓN.
De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (2,16.19-21):
Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto de la ley, la muerte de Cristo sería inútil.
Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto de la ley, la muerte de Cristo sería inútil.
GUÍA: San Pablo nos explica cómo recibimos la justificación por medio
de la fe. La fe en Cristo es la que
cambia la vida del creyente. Se siente crucificado con Cristo y vive en él.
Dejemos que calen estas palabras de nosotros y resuenen plenamente. No anulamos
la gracia de Dios que nos regala su amor.
Él puede transformar nuestra vida. Acojámosle. SILENCIO QUE ACOGE EL AMOR DE DIOS.
Del evangelio según san Lucas (7,36–8,3):
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
GUÍA: Estamos en la casa del fariseo. Oímos y vemos todo lo que pasa. La
mujer que ama a Jesús y el fariseo que censura. Jesús se pone del lado de la
mujer y le da la razón. Se le perdonan muchos pecados porque ama mucho. El corazón tiene sus razones.
¿Nuestros comportamientos son críticos, distantes, o amigos que se entregan? SILENCIO ADORADOR, DE AMIGO.
PRESENTAMOS lo que somos, con nuestras necesidades y las necesidades del
mundo. Amamos.
PETICIONES
COMUNICAMOS ALGUNA REFLEXIÓN.
PADRE NUESTRO
con Jesús y con toda la
humanidad.
CANCIÓN
El Espíritu de Dios está
sobre mí,
El Espíritu de Dios está sobre mí.
Por que El me ha ungido,
El me ha enviado,
para dar la buena noticia a los pobres,
y anunciar a los cautivos la libertad,
y anunciar a los cautivos la libertad.
Y a los ciegos la vista,
la libertad al oprimido,
y a anunciar la salvación, del Señor,
y a anunciar la salvación, del Señor.
La fe en Jesús nos purifica. Es una fe de mente, corazón y vida. Dios actúa por medio de Él en el mundo. Somos eslabones en la hermosa cadena del Jesús. Buena semana. Ánimo,
ResponderEliminar¡a compartir!
El pajarito parece que quiere decir algo. Yo interpreto confianza en Jesús y seguridad de que va con nosotros.
ResponderEliminar«Tu fe te ha salvado, vete en paz.» La mujer es valorada por Jesús, reconocida. Nuestras acciones, pensamiento, vida son vistas por Dios y si ponemos en ellas amor y fe, oiremos la palabra de Jesús: Tu fe te ha salvado. Nuestra vida, como ofrenda, con el mismo Jesús, es don y luz para Dios y su reino en el mundo.¿Bonito?
ResponderEliminar"vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí." Digamos con San Pablo esta frase. Se hará realidad en nuestra vida y en nuestra conciencia. En el interior podemos descubrirle y confiar en su obrar. La vida se va haciendo poco a poco y él transforma la realidad en un nuevo renacer.
ResponderEliminar"El me ha ungido, El me ha enviado, para dar la buena noticia a los pobres" La unción del Bautismo nos escoge y envía como mensajeros del reino de Dios. ¿Somos parte activa y comprometida con nuestro pensar y hacer en la verdad y el bien?
ResponderEliminar"sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor" Jesús perdona como Dios Padre. Busca el amor y el corazón. Que Dios mismo nos dé el amor que necesitamos para ser perdonados.
ResponderEliminar¿El me ha enviado, para dar la buena noticia a los pobres? Nos sentimos llamados a llevar la buena noticia a los pobres? Necesitados los vemos siempre. Necesidad de pan, de palabra, de cariño, de cercanía. No pasemos de largo, seamos buen samaritano.
ResponderEliminar"¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal?" Es la pregunta que nos dice también a nosotros. Y ¿por qué lo hacemos? David se vuelve a Dios y es perdonado. ¿Somos capaces de volver a Dios y confesar anuestro pecado? Aquí estamos, Señor. Conviertenos a Tí.
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