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viernes, 23 de febrero de 2018

AQUÍ ME TIENES



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AQUÍ ME TIENES

GUÍA DE ORACIÓN 25-02-18

GUÍA: Nos presentamos ante el Señor.  Estamos ante Él  y le decimos: Aquí me tienes.
Nuestra oración de hoy quiere ser presencia de Dios  y presencia nuestra. El silencio nos habla de parte de Dios. Presentamos este tiempo de Cuaresma. Confiamos en Él. Con Jesús y el Espíritu adoramos y damos gracias, gloria al Padre Dios. SILENCIO DE PRESENCIA, ADORACIÓN Y CONFIANZA.




 Del libro del Génesis (22,1-2.9-13.15-18):

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el 
carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»

GUÍA: Abrahán dice: Aquí me tienes. Su confianza es total. Está dispuesto a ofrecer lo más querido para él, su hijo único. Y Dios derrama su promesa sobre él.                                                                   
A veces no vemos, no entendemos pero Dios también se nos da. Agradecemos su luz y confiamos en su amor de padre. SILENCIO FILIAL, CONFIADO


De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-34):

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

GUÍA: Jesús entregado a la muerte por nosotros. ¿Cómo no nos entregará todo, el Padre, junto con Él?. Sintamos esta afirmación en lo profundo de nuestro ser. Acojamos la entrega de Jesús y confiemos en él agradeciendo su muerte y su resurrección. Él intercede por nosotros ante el Padre. SILENCIO DE ACOGIDA, DE FE.




·         Del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

GUÍA: Subieron al monte. Vieron a Jesús transfigurado. Le acompañan Pedro, Santiago y Juan. Estaban asustados. Subamos al monte con Jesús para orar. Escuchamos la voz del Padre: Este es mi Hijo amado, escuchadle. ¿Qué nos dice la escena a nosotros?
Dejemos que el Hijo  Jesús y el Espíritu hagan su oración al Padre. Dejemos que el Padre se nos manifieste por medio de ellos. Digamos: Aquí me tienes. SILENCIO DE ESCUCHA, ADMIRACIÓN, ESPERANZA.

RECOGEMOS NUESTRA ORACIÓN, UNA FRASE PARA REPETIR.

DAMOS GRACIAS,  ALABAMOS A DIOS, PEDIMOS…

INVOCAMOS A MARÍA, NUESTRA MADRE. ¿Qué le decimos?

CON JESÚS DECIMOS: PADRE NUESTRO…

CANTAMOS

Peregrino, ¿a dónde vas? (Gabaraín)
 
Peregrino, ¿a dónde vas?, si no tienes a donde ir...
Peregrino por un camino, que va a morir.
Si el desierto es un arenal, el desierto de tu vivir,
¿quién te guía y te acompaña en tu soledad?

Solo Él, mi Dios, que me dio la libertad,
solo Él, mi Dios, me guiará.

Peregrino que a veces vas, sin un rumbo en tu caminar.
Peregrino que vas cansado de tanto andar.
Buscas fuentes para tu sed y un rincón para descansar,
¡vuelve, amigo! que aquí en Egipto lo encontrarás.

Peregrino sin un porqué, peregrino sin una luz,
peregrino por el camino, que va a la cruz.
Dios camina en tu soledad, ilumina tu corazón,
compañero de tus senderos, buscando amor.