PAPA FRANCISCO
47. Los Padres también dedicaron
especial atención «a las familias de las personas con
discapacidad, en las cuales dicho hándicap, que irrumpe en la vida,
genera un desafío, profundo e inesperado, y desbarata los equilibrios, los
deseos y las expectativas [...] Merecen una gran admiración las familias que
aceptan con amor la difícil prueba de un niño discapacitado. Ellas dan a la
Iglesia y a la sociedad un valioso testimonio de fidelidad al don de la vida.
La familia podrá descubrir, junto con la comunidad cristiana, nuevos gestos y
lenguajes, formas de comprensión y de identidad, en el camino de acogida y
cuidado del misterio de la fragilidad. Las personas con discapacidad son para
la familia un don y una oportunidad para crecer en el amor, en la ayuda recíproca
y en la unidad [...] La familia que acepta con los ojos de la fe la presencia
de personas con discapacidad podrá reconocer y garantizar la calidad y el valor
de cada vida, con sus necesidades, sus derechos y sus oportunidades. Dicha
familia proveerá asistencia y cuidados, y promoverá compañía y afecto, en cada
fase de la vida». Quiero subrayar que la atención dedicada tanto a los
migrantes como a las personas con discapacidades es un signo del Espíritu.
Porque ambas situaciones son paradigmáticas: ponen especialmente en juego cómo
se vive hoy la lógica de la acogida misericordiosa y de la integración de los
más frágiles.


50. Las respuestas recibidas a las dos consultas efectuadas durante
el camino sinodal, mencionaron las más diversas situaciones que plantean nuevos
desafíos. Además de las ya indicadas, muchos se han referido a la función
educativa, que se ve dificultada, entre otras causas, porque los padres llegan a su casa cansados y sin ganas de conversar, en
muchas familias ya ni siquiera existe el hábito de comer juntos, y crece una gran
variedad de ofertas de distracción además de la adicción a la televisión. Esto
dificulta la transmisión de la fe de padres a hijos. Otros indicaron que las
familias suelen estar enfermas por una enorme ansiedad.
Parece haber más preocupación por prevenir problemas futuros que por compartir
el presente. Esto, que es una cuestión cultural, se agrava debido a un futuro profesional incierto, a la inseguridad económica, o al
temor por el porvenir de los hijos.



permanece la práctica de los matrimonios combinados [...] En numerosos contextos, y no sólo occidentales, se está ampliamente difundiendo la praxis de la convivencia que precede al matrimonio, así como convivencias no orientadas a asumir la forma de un vínculo institucional». En varios países, la legislación facilita el avance de una multiplicidad de alternativas, de manera que un matrimonio con notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida termina apareciendo como una oferta anticuada entre muchas otras. Avanza en muchos países una deconstrucción jurídica de la familia que tiende a adoptar formas basadas casi exclusivamente en el paradigma de la autonomía de la voluntad. Si bien es legítimo y justo que se rechacen viejas formas de familia «tradicional», caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia, esto no debería llevar al desprecio del matrimonio sino al redescubrimiento de su verdadero sentido y a su renovación. La fuerza de la familia «reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar. Por muy herida que pueda estar una familia, esta puede crecer gracias al amor»[
ACCIÓN
El Papa va
desgranando las situaciones que los Obispos descubren en sus lugares de procedencia.
Situaciones
y desafíos se nos presentan para Ver, Juzgar y Actuar

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