miércoles, 19 de agosto de 2015



 ORACIÓN 23-08-15   



GUÍA: Buenos días, Señor. Me has llamado aquí estoy. Ante Ti reconozco mi ser en tu presencia y plenitud. Te adoro como Dios y Señor. Padre Dios, que tu ser nos  llene de Ti, que tu acción creadora nos sostenga. Deja que comprendamos tu Palabra. Que el Espíritu sea luz en nuestra mente y nuestro corazón. Dejemos que la acción de Dios se extienda en nuestro espíritu. Escuchemos confiadamente su Palabra.

Del libro de Josué (24,1-2a.15-17.18b):

En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»
El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

GUÍA: A través de las palabras de Josué, se nos propone servir a Dios o servir a otros dioses. Es momento de escoger, decidirse por Dios o por los ídolos. ¿Qué hacemos?. Veamos cómo decidimos y escogemos a veces. ¿Por qué lo hacemos?. Seguramente podemos decir como el pueblo israelita: El Señor nos sacó de Egipto, hizo grandes signos con nosotros. Nos miró y nos eligió.  En silencio dejamos que el don de Dios, la experiencia tenida de Dios nos ayude a dar nuestra respuesta. 

 De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,21-32):

Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

GUÍA: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. El respeto cristiano, el amor de los esposos, como Cristo a su Iglesia. Ante Dios presente, captamos los dones del Espíritu que fortalecen el amor, la convivencia en nuestra experiencia diaria. Agradecemos todo lo que nos enriquece de ese respeto y amor mutuo. Admiramos el don de Cristo a su Iglesia hasta hacerla su cuerpo. Somos miembros de su cuerpo. Sintámonos esos miembros que Jesús mismo activa a favor de toda la Iglesia. Silencio meditativo y agradecido.

Del santo evangelio según san Juan (6,60-69):

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

GUÍA: ¿Qué podemos subrayar de la lectura? Nos fijamos en : El Espíritu es quien da vida. Sintamos esta vida dentro de nosotros. ¿Cómo actúa?.” nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede” Dejemos que el Espíritu nos llene de su presencia. Confiemos en que el Padre nos conduce hacia Él. Nuestros sentimientos están vivos en la presencia de Dios Padre. Pidamos que nos lleva hacia Jesús. Silencio meditativo y confiado.

COMENTAMOS alguna frase.

PRESENTAMOS los problemas de las familias, las necesidades de cada persona.

PADRE NUESTRO: Lo recitamos confiados en nuestro Padre, junto con Jesús.

INVOCAMOS a María: 


MADRE DE LOS CREYENTES
QUE SIEMPRE FUISTE FIEL.
DANOS TU CONFIANZA,
DANOS TU FE.
DANOS TU CONFIANZA,
DANOS TU FE.
 
  

1. Pasaste por el mundo en medio de tinieblas
sufriendo a cada paso la noche de la fe.
Sintiendo cada día la espada del silencio,
a oscuras padeciste el riesgo de creer.

2. La fe por el desierto a lomos de un asnillo,
la fe cuando en las bodas Jesús se hizo esperar,
la fe cuando pensaron que el Hijo estaba loco,
la fe sobre el calvario al bo
rde de acabar.


3 comentarios:

  1. La vida una ofrenda al Dios que nos la da y nos la conserva

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  2. "Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada." La entrega de Jesús nos purifica y santifica. Agradecemos su amor y le pedimos que nos haga capaces de amar.

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  3. " El espíritu es quien da vida;...nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Acoger al Espíritu, acoger la llamada de Dios que nos lleva a Jesús, camino de transformación y aceptación.

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