martes, 27 de noviembre de 2018

ALEGRÍA DEL AMOR 16

REZA Y COMPARTE

 PAPA FRANCISCO
Capítulo cuarto

EL AMOR EN EL MATRIMONIO
Nuestro amor cotidiano

90. En el así llamado himno de la caridad escrito por san Pablo, vemos algunas características del amor verdadero:
«El amor es paciente,
es servicial; el amor no tiene envidia,
no hace alarde, no es arrogante,
no obra con dureza, no busca su propio interés,
no se irrita, no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).


Esto se vive y se cultiva en medio de la vida que comparten todos los días los esposos, entre sí y con sus hijos. Por eso es valioso detenerse a precisar el sentido de las expresiones de este texto, para intentar una aplicación a la existencia concreta de cada familia.

91. La primera expresión utilizada es makrothymei. La traducción no es simplemente que «todo lo soporta», porque esa idea está expresada al final del v. 7. El sentido se toma de la traducción griega del Antiguo Testamento, donde dice que Dios es «lento a la ira» (Ex 34,6; Nm 14,18). Se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita agredir. Es una cualidad del Dios de la Alianza que convoca a su imitación también dentro de la vida familiar. Los textos en los que Pablo usa este término se deben leer con el trasfondo del Libro de la Sabiduría (cf. 11,23; 12,2.15-18); al mismo tiempo que se alaba la moderación de Dios para dar espacio al arrepentimiento, se insiste en su poder que se manifiesta cuando actúa con misericordia. La paciencia de Dios es ejercicio de la misericordia con el pecador y manifiesta el verdadero poder.

92. Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla. Por eso, la Palabra de Dios nos exhorta: «Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad» (Ef 4,31). Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía.

93. Sigue la palabra jrestéuetai, que es única en toda la Biblia, derivada de jrestós (persona buena, que muestra su bondad en sus obras). Pero, por el lugar en que está, en estricto paralelismo con el verbo precedente, es un complemento suyo. Así, Pablo quiere aclarar que la «paciencia» nombrada en primer lugar no es una postura totalmente pasiva, sino que está acompañada por una actividad, por una reacción dinámica y creativa ante los demás. Indica que el amor beneficia y promueve a los demás. Por eso se traduce como «servicial».

94. En todo el texto se ve que Pablo quiere insistir en que el amor no es sólo un sentimiento, sino que se debe entender en el sentido que tiene el verbo «amar» en hebreo: es «hacer el bien». Como decía san Ignacio de Loyola, «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras»[106]. Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de donarse sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de servir.

95. Luego se rechaza como contraria al amor una actitud expresada como zeloi (celos, envidia). Significa que en el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro (cf. Hch 7,9; 17,5). La envidia es una tristeza por el bien ajeno, que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás, ya que estamos exclusivamente concentrados en el propio bienestar. Mientras el amor nos hace salir de nosotros mismos, la envidia nos lleva a centrarnos en el propio yo. El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo.

96. En definitiva, se trata de cumplir aquello que pedían los dos últimos mandamientos de la Ley de Dios: «No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él» (Ex20,17). El amor nos lleva a una sentida valoración de cada ser humano, reconociendo su derecho a la felicidad. Amo a esa persona, la miro con la mirada de Dios Padre, que nos regala todo «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), y entonces acepto en mi interior que pueda disfrutar de un buen momento. Esta misma raíz del amor, en todo caso, es lo que me lleva a rechazar la injusticia de que algunos tengan demasiado y otros no tengan nada, o lo que me mueve a buscar que también los descartables de la sociedad puedan vivir un poco de alegría. Pero eso no es envidia, sino deseos de equidad.


ACCIÓN:
·        Lee cada párrafo.
·        ¿Qué frases subrayarías? ¿Por qué te fijas más en ellas?
·        Comenta y confronta tu pensamiento, el de tus amigos, la sociedad, la Iglesia.
·        ¿Alguna conclusión o propuesta?
·        Comenta una frase en el recuadro de abajo. ¡Buen trabajo!



7 comentarios:

  1. "Alegría del Amor 16" Es un nuevo fragmento de esta Exhortación Apostólica del Papa Francisco. Vamos reflexionando sobre sus palabras y relacionándolas con el propio modo de pensar o vivir el Sacramento del Matrimonio. Pedimos al Espíritu que siga fortaleciendo nuestra fe y compromisos humanos y cristianos.
    Buen día!

    ResponderEliminar
  2. "Esto se vive y se cultiva en medio de la vida que comparten todos los días los esposos, entre sí y con sus hijos." El día a día y el renovar el amor primero favorece el buen entendimiento. Dios mismo está con nosotros.

    ResponderEliminar
  3. ·En el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro". Realmente el amor procede de Dios. Libera de todo egoísmo, unifica los corazones. Gracias, Padre, por derramarlo en nosotros y en tantas personas.

    ResponderEliminar
  4. "El amor...no obra con dureza, no busca su propio interés,no se irrita, no lleva cuentas del mal,no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad". ¿Nuestro amor es así?

    ResponderEliminar
  5. «El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia,
    no hace alarde, no es arrogante". Cuánto tenemos que aprender ¿No?

    ResponderEliminar
  6. "El amor...Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" Dios lo hace así con nosotros. Que aprendamos y seamos sus hijos.

    ResponderEliminar
  7. "Dios es «lento a la ira» (Ex 34,6; Nm 14,18). Se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita agredir." El gesto de Dios se actualiza con cada uno de nosotros, perdonados y perdonadores.

    ResponderEliminar