GUÍA DE ORACIÓN
02-04-17
GUÍA: El dilema vida-muerte se nos presenta este
domingo en las lecturas. La vida nos atrae, nos envuelve ante el Padre Dios que
nos llama a su presencia. Nuestro estar ante el Señor en la oración es una
realidad. Nuestro ser se revitaliza en su presencia. La muerte, el fin de esa
vida se nos presenta como límite de la existencia. Sentimos nuestra totalidad
en unos momentos. Presentamos al Padre, con Jesús y con el Espíritu, nuestro
tiempo, el tiempo de que gozamos. Agradecemos su don. SILENCIO QUE ACOGE,
AGRADECE, QUE EXPERIMENTA EL AMOR.
De
la profecía de Ezequiel (37,12-14):
Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
GUÍA: La Palabra de Dios
nos dice que nos infundirá su espíritu, nos sacara de nuestros sepulcros, de nuestras
miserias. El Espíritu planea sobre el universo, sobre sus criaturas, sobre sus
hijos. Nos sentimos impulsados por Él y acompañados de su fuerza para vivir el
bien que queremos realizar. SILENCIO DE
PLENITUD EN LA PRESENCIA DE NUESTRO PADRE DIOS.
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
(8,8-11):
Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
GUÍA: El Espíritu que resucita a Jesús, también resucitará nuestra vida. Nuestro cuerpo vive por la resurrección de Jesús. Él vive en el cristiano y da vida verdadera a todo lo que hace, a sus comportamientos. Tomar conciencia de esta vida de Jesús, que se enraíza en nuestro ser, hará que vivamos por el bien y la justicia, según Él quiere. SILENCIO QUE TOMA CONCIENCIA DE LA VIDA DE JESÚS EN NOSOTROS.
Del santo evangelio según san Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45):
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.»
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús: «Quitad la losa.»
Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
GUÍA: El dilema de vida y muerte se percibe en el tema de la resurrección de
Lázaro. Jesús deja pasar el tiempo y Lázaro muere. Si hubieras estado aquí … le
dice María. Jesús da una lección sobre la resurrección. Él es la resurrección y
la vida. Acojamos sus palabras. Acojamos su resurrección en nuestra vida. Recibamos su
vida resucitada para que transforme la nuestra. SILENCIO DE ADMIRACIÓN, DE RECIBIR LA VIDA DE JESÚS RESUCITADO EN
NUESTRA VIDA Y EN NUESTROS LÍMITES.
NOS
CENTRAMOS en lo más importante de nuestra oración,
OFRECEMOS,
PEDIMOS, AGRADECEMOS, PROYECTAMOS NUESTRO HACER.
INVOCAMOS
A MARÍA, madre y maestra de oración y de vida
PADRE
NUESTRO unidos a Jesús y a la humanidad.
CANTAMOS
Jesús es, Jesús es Señor,
Jesús es, Jesús es Señor,
Jesús es, Jesús es Señor.
(2 veces).
Aleluya, aleluya,
Aleluya, aleluya,
Aleluya, aleluya.
Jesús es, Jesús es Señor,
Jesús es, Jesús es Señor.
(2 veces).
Aleluya, aleluya,
Aleluya, aleluya,
Aleluya, aleluya.
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios,
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios,
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.
Jesús es, Jesús es Señor,
Jesús es, Jesús es Señor,
Jesús es, Jesús es Señor.
(2 veces).
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios,
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.
Jesús es, Jesús es Señor,
Jesús es, Jesús es Señor,
Jesús es, Jesús es Señor.
(2 veces).