EL SEÑOR ESCUCHA AL OPRIMIDO
GUÍA DE ORACIÓN 23-20-22 Domingo 30º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
GUÍA: Estamos ante ti, Señor. Somos tus hijos débiles y necesitados. Nos conoces y nada se oculta a tu mirada. Cúbrenos con tu bondad y purifica nuestra conciencia para que te sea grata. Tu luz y tu verdad nos conducen por las sendas que hemos de atravesar. Haznos dóciles a tu voz. SILENCIO DE TOMA DE CONCIENCIA, DE ENCUENTRO, DE PETICIÓN.
Lectura del libro del Eclesiástico (35,12-14.16-18):
EL Señor es juez,
y para él no cuenta el prestigio de las personas.
Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre,
sino que escucha la oración del oprimido.
No desdeña la súplica del huérfano,
ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento.
Quien sirve de buena gana, es bien aceptado,
y su plegaria sube hasta las nubes.
La oración del humilde atraviesa las nubes,
y no se detiene hasta que alcanza su destino.
No desiste hasta que el Altísimo lo atiende,
juzga a los justos y les hace justicia.
El Señor no tardará.
GUÍA: El Señor escucha la oración del oprimido. Confiamos en tu misericordia. Nuestra oración humilde atraviesa las nubes, llega has-ta ti. Haces justicia y todos recibimos tu Palabra y tu acción. Fortalece nuestra confianza para estar en tu presencia. SILENCIO DE CONFIANZA, DE PERDÓN, DE HUMILDAD.
Sal 33,2-3.17-18.19.23
R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó
V/. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren R/.
V/. El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.
V/. El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.16-18):
Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Se-ñor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.
En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta!
Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
GUÍA: Pablo ve cercana su partida. Se confía al Señor de la vida. Todo ha sido para proclamar el mensaje y que todos lo oyeran. Se siente en las manos de Dios. Está a punto de terminar su carrera y ha mantenido la fe. Nos interrogamos sobre nuestra carrera, nuestro andar por la vida y cómo está nuestra fe. SILENCIO DE PRESEN-CIA, DE FE, DE PROPÓSITO.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los de-más:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
GUÍA: Algunos despreciaban a los demás. Es fácil juzgar a los otros. La parábola señala al publicano como justificado por su humilde oración. Censura al que se creía mejor que los demás. Nuestra oración y nuestras acciones muestran lo que hay en el corazón. Ofrezcamos lo que somos y purifiquemos nuestras formas de pensar. SILENCIO DE RECONOCIMIENTO, DE PUREZA, DE ESPERANZA.
RECOGEMOS NUESTROS SENTIMIENTOS:
PRESENCIA DE DIOS, PRESENCIA NUESTRA, CONFIANZA, HUMILDAD.
INVOCAMOS A MARÍA, NUESTRA MADRE.
NOS DIRIGIMOS AL PADRE CON LA ORACIÓN DE JESÚS: PADRE NUESTRO…
CANTAMOS:
Vengo ante Ti, mi Señor,
reconociendo mis culpas,
con la fe puesta en tu amor,
que Tú me das como a un hijo.
Te abro mi corazón,
y te ofrezco mis miserias,
despojado de mis cosas,
quiero llenarme de Ti.
Que tu Espíritu, Señor,
abrace todo mi ser.
/Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera /2
Puesto en tus manos, Señor,
más tú me quieres así,
yo te bendigo y te alabo.
Te abro mi corazón,
y te ofrezco mis miserias,
despojado de mis cosas,
quiero llenarme de Ti.
Que tu Espíritu, Señor,
abrace todo mi ser.
/Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera /2
"El Señor escucha al oprimido" Elevamos nuestra oración y confiamos en su bondad y fidelidad. Recorre el camino de oración y gozarás de paz.
ResponderEliminar"Para él, Dios, no hay acepción de personas en perjuicio del pobre," Las diferencias de trato no producen unión.
ResponderEliminar"La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino." Oremos con confianza, humildad, constancia. Pongamos nuestro esfuerzo y el Señor hará lo demás.
ResponderEliminar"Que tu Espíritu, Señor, abrace todo mi ser." La presencia de Dios nos rodea y ama. Lo interiorizamos.
ResponderEliminar"Quien sirve de buena gana, es bien aceptado,/ y su plegaria sube hasta las nubes." Servir de buena gana a Dios nos hace agradecidos, y solidarios. ¿Nos vemos entre ellos?
ResponderEliminar"Hazme dócil a tu voz," Una oración para repetir con intensidad y amor. Buen día.
ResponderEliminar