REZA Y COMPARTE
¡QUÉ BUENO ES
EL SEÑOR!
GUÍA DE
ORACIÓN 31-03-19
Del libro de Josué (5,9a.10-12):
En aquellos días, dijo el Señor a Josué:
- «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto.»
Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.
El día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ácimos y espigas tostadas.
Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
GUÍA: ¡Qué bueno es el Señor! Nos libró del oprobio de Egipto y de la esclavitud. Ellos dejan de comer maná para comer los frutos de la tierra prometida. ¿Cuál es nuestra tierra prometida? Jesús es el pan nuevo que nos alimenta en la Eucaristía. Que comamos este pan que sacia el hambre hasta la vida eterna. Acojamos el pan del cielo, saciemos el hambre y la sed de la vida. Hacemos nuestras estas palabras. Escuchamos al Señor. SILENCIO DE ACOGIDA, ACEPTACIÓN, OFRENDA.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,17-21):
Hermanos: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo .
Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
GUÍA: ¡Qué bueno es el Señor! El que es de Cristo es una criatura nueva, salvada, reconciliada con el Padre, con el prójimo, consigo mismo. Somos de Cristo por el Bautismo. Lo confirmamos en la fe. Recorremos estos pasos de reconciliación por medio de Jesucristo. Él nos dice: Dejaos reconciliar con Dios. Jesús hecho pecado, expía nuestros pecados para que recibamos la salvación de Dios. Acojamos estas palabras y la unión con Jesús. SILENCIO DE ACOGIDA, DE RECONCILIACIÓN, DE UNIÓN.
Del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3.11-32):
En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
- «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. "
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, " Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron a celebrar el banquete
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo
hemos encontrado"».
GUÍA: Nos vemos representados por los dos hermanos. Nos situamos en el papel de hijo menor, que pide el dinero y se va de casa. Libertinaje, derrocha el dinero y tiene hambre, necesidad. Cuando nos alejamos de Dios, parece que lo podemos todo pero también sentimos el hambre y decidimos volver. Que seamos recibidos como hijos en el abrazo del Padre, nos da la alegría y el perdón. Sintamos profundamente en nuestro interior. Visualizamos nuestras relaciones con el Padre Dios.
¿Alguna vez,
como el hermano mayor, nos quejamos de otros? Con el Padre, es preciso celebrar
el banquete y alegrarse porque el hermano ha vuelto, porque ha vuelto a
la vida. SILENCIO DE PERDÓN, DE GRACIAS, DE ALEGRÍA.
RECOGEMOS
NUESTROS SENTIMIENTOS Y ORACIÓN. UNA FRASE NOS AYUDA A RECORDARLA
CALLAMOS,
ESCUCHAMOS, PEDIMOS PERDÓN, DAMOS GRACIAS.
INVOCAMOS A
MARÍA NUESTRA MADRE ¿QUÉ LE DECIMOS?
NOS DIRIGIMOS
AL PADRE CON LAS PALABRAS DE JESÚS. PADRE NUESTRO…
CANTAMOS
Sí, me levantaré
Sí, me levantaré,/volveré
junto a mi padre.
A Ti, Señor, elevo mi alma,/Tú eres mi Salvador.
Mira mi angustia, mira mi pena,/dame la gracia de tu perdón.
Mi corazón busca tu Rostro;/oye mi voz, Señor, ten piedad.
A Ti, Señor, te invoco y te llamo,/Tú eres mi roca, oye mi voz.
No pongas fin a tu ternura,/haz que me guarde siempre tu Amor.
Piedad de mí, oh Dios de ternura/sana mi alma, oh Salvador.
Tú sabes bien Señor mis pecados/ante tus ojos todos están.
Como el vigía espera la aurora,/así mi alma espera al Señor.
Vuelve Señor, vuelve a nosotros/somos tus hijos, tennos piedad.
Abre mis labios para cantarte,/dame el gozar de la libertad.
Feliz el hombre a quien Dios perdona,/todas sus faltas, todo su error.
Aunque mis padres me abandonaran,/me acogería siempre mi Dios.
Tú mi alegría, Tú mi refugio,/todos los santos te cantarán.
Mi corazón te canta y exulta,/te alabaré por la eternidad.