
PAPA FRANCISCO
Capítulo primero
A LA LUZ DE LA PALABRA
A LA LUZ DE LA PALABRA
Seguimos esta reflexión y oración sobre la Alegría del amor. El
objetivo es acercarnos a esa alegría y ese amor que Dios derrama en las
familias y en todo grupo de personas a través del don del encuentro y el amor.
El Papa Francisco va recorriendo la Biblia y la vida actual. Hoy nos fijamos en
el número 11, 12.
La pareja que ama y genera la vida…es capaz de manifestar al Dios
creador y salvador. Símbolo de las realidades íntimas de Dios. Es el camino por
el cual se desarrolla el camino de la salvación.
El Dios Trinidad es comunión de amor, y la
familia es su reflejo viviente.
San Pablo lo relaciona con el
«misterio» de la unión entre Cristo y la Iglesia
11. La pareja que ama y genera la
vida es la verdadera «escultura» viviente —no aquella de piedra u oro que el
Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el
amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios
(cf. Gn 1,28; 9,7; 17,2-5.16; 28,3; 35,11; 48,3-4). A esto se
debe el que la narración del Génesis, siguiendo la llamada «tradición
sacerdotal», esté atravesada por varias secuencias genealógicas (cf.
4,17-22.25-26; 5; 10; 11,10-32; 25,1-4.12-17.19-26; 36), porque la capacidad de
generar de la pareja humana es el camino por el cual se desarrolla la historia
de la salvación. Bajo esta luz, la relación fecunda de la pareja se vuelve una
imagen para descubrir y describir el misterio de Dios, fundamental en la visión
cristiana de la Trinidad que contempla en Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu
de amor. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo
viviente. Nos iluminan las palabras de san Juan Pablo II: «Nuestro Dios, en su
misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en
sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este
amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo»[6].
La familia no es pues algo ajeno a la misma esencia divina[7].
Este aspecto trinitario de la pareja tiene una nueva representación en la
teología paulina cuando el Apóstol la relaciona con el «misterio» de la unión
entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,21-33).
12. Pero
Jesús, en su reflexión sobre el matrimonio, nos remite a otra página del
Génesis, el capítulo 2, donde aparece un admirable retrato de la pareja con
detalles luminosos. Elijamos sólo dos. El primero es la inquietud del varón que
busca «una ayuda recíproca» (vv. 18.20), capaz de resolver esa soledad que le
perturba y que no es aplacada por la cercanía de los animales y de todo lo
creado. La expresión original hebrea nos remite a una relación directa, casi
«frontal» —los ojos en los ojos— en un diálogo también tácito, porque en el
amor los silencios suelen ser más elocuentes que las palabras. Es el encuentro
con un rostro, con un «tú» que refleja el amor divino y es «el comienzo de la
fortuna, una ayuda semejante a él y una columna de apoyo» (Si 36,24),
como dice un sabio bíblico. O bien, como exclamará la mujer del Cantar de los
Cantares en una estupenda profesión de amor y de donación en la reciprocidad:
«Mi amado es mío y yo suya [...] Yo soy para mi amado y mi amado es para mí»
(2,16; 6,3).
Después de
leer estos dos Números, dejamos que alguna frase nos cale más. La
repetimos varias veces relacionada con nosotros.
Subraya las frases que más te gustan.
Hazlas tuyas.
Disfruta con la presencia de Dios en
medio de la familia y en todo encuentro positivo de personas.
Agradece lo bueno que encuentras en ella y pon
tu parte para que sea mejor.
Impulsa tu compromiso en el camino del encuentro, del
amor cristiano y de la familia