SAGRADA FAMILIA
GUÍA DE ORACIÓN 31-12-17
GUÍA: Día de la Sagrada Familia y último día del año 2017, se unen en nuestra
oración. Nuestra mente se centra en la familia formada por Jesús, María, José.
Admiramos su relación, su amor y respeto. Sentimos nuestro estar en familia.
¿Cuidamos la relación, el amor, el
respeto? Dejemos espacio para desarrollarlas.
El último día del año nos lleva a vivirlo con intensidad. Saborear el
bien hecho, los acontecimientos favorables y lo negativo para corregir, asumir,
pedir perdón o darlo. SILENCIO AGRADECIDO, DE AMOR, RESPETO, PERDÓN
Del libro del Eclesiástico (3,2-6.12-14):
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.
GUÍA: Respetar, amar a la madre, respetar y amar al padre es bendecido por Dios. El hijo agradece, ama. Es don y mandato de Dios. Recorramos gestos de amor dados y recibidos. Agradezcamos el don de la familia y contribuyamos a que sea un vínculo de amor para la humanidad. SILENCIO DE AGRADECIMIENTO, DE ENTREGA Y AMOR.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,12-21):
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y celebrad la Acción de Gracias: la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
GUÍA: Uniforme de misericordia, bondad,
humildad, dulzura y comprensión. Perdonaos cuando tenéis quejas contra otro.
Estas virtudes envuelven nuestros comportamientos. ¿Su ambiente nos protege? Es
una ofrenda mutua que fortalece las
relaciones y la convivencia.
Esposos,
hijos, amad, obedeced como Dios quiere. Que la paz de Cristo actúe de árbitro
en vuestro corazón. Acojamos cada frase y sembremos en nuestro interior.
Construyamos una convivencia cordial. SILENCIO
DE ACOGIDA, DE MISERICORDIA, COMPRENSIÓN.
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (2,22-40):
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor"), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones". Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor"), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones". Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
GUÍA: María presenta a su hijo en el
templo. Simeón lo reconoce como luz de las naciones. Nosotros también lo
reconocemos y admiramos. El niño iba creciendo en sabiduría y al gracia de Dios
lo acompañaba. La familia de Nazaret se desarrolla y crece en la presencia de
Dios. Agradecemos nuestro crecimiento y la presencia de Dios en nuestro vivir.
Valoramos el don de Dios en la familia y valoramos nuestra aportación a su
crecimiento y desarrollo. SILENCI O DE RECONOCIMIENTO, GRATITUD Y COLABORACIÓN
RECOGEMOS NUESTROS SENTIMIENTOS.
AGRADECEMOS, PEDIMOS, OFRECEMOS
INVOCAMOS A MARÍA nuestra madre.
NOS DIRIGIMOS AL PADRE con la
oración de Jesús: PADRE NUESTRO.
CANTAMOS
Nace el niño en un portal, él nos trae la paz,
él nos trae la Navidad, nos trae la felicidad.
CORO: Venid que es hoy Nochebuena, venid que es
hoy Navidad, los pastores ya van caminando al portal, gloria a Dios y en la
tierra paz.
Los ángeles vienen cantando, la estrella
empieza a brillar, y en la torre las campanas no cesan de tocar, gloria a Dios
y en la tierra paz.
María
cuida a su niño, José prepara el portal, los pastores de rodillas adoran al
zagal, gloria Dios y en la tierra paz.
"Sagrada Familia" La liturgia nos recuerda el valor de la familia. Los valores de la Escritura y los valores de María y José con el Niño Dios. ¡Felicidades a todas las familias! Pedimos para ellas amor, paz, fe y mucha alegría. El trabajo y el pan, la salud. Sembremos cada uno un poco de este manojo de dones.
ResponderEliminar"Sentimos nuestro estar en familia. ¿Cuidamos la relación, el amor, el respeto?" Regar cada día el amor, los buenos modales, lo que no quieres para ti no lo quieras para el otro.Padre Dios enséñanos a amar generosamente.
ResponderEliminar"La familia de Nazaret se desarrolla y crece en la presencia de Dios" Estamos en esa presencia amorosa de Dios. Nos ama y quiere que nos amemos. Sembremos cada día ese amor que queremos recibir.
ResponderEliminar"éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones". Bandera discutida. ¿Nos sentimos protegidos por ella? ¿Somos de los suyos?
ResponderEliminar"Nace el niño en un portal, él nos trae la paz, él nos trae la Navidad, nos trae la felicidad".Nos trae la paz, nos trae la felicidad. Con él podemos caminar en este mundo y construir un mundo mejor. Hay muchos núcleos de siembra. Que aportemos la nuestra.
ResponderEliminar"daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén". Dar gracias y anunciar la salvación de Dios. Ser mensajeros del don de Dios, es algo que podemos hacer si nos sentimos agradecidos. ¿Estás de acuerdo?
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