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TEMA:
Mensaje Misiones Papa Francisco 23, 2
MENSAJE
DEL PAPA FRANCISCO, MISIONES 2023
22 de
octubre de 2023
Corazones
fervientes, pies en camino (cf. Lc 24,13-35)
Queridos
hermanos y hermanas:…
Presentamos este fragmento 2, para comprender más el mensaje del Papa
Francisco. El subrayado puede ayudar a fijarse en algunas ideas. Sigue la
lectura y recibe el mensaje.
Quiero
expresar mi cercanía en Cristo a todos los misioneros y las misioneras del
mundo, en particular a aquellos que atraviesan un momento difícil. El Señor
resucitado, queridos hermanos y hermanas, está siempre con ustedes y
ve su generosidad y sus sacrificios por la misión de evangelización en lugares
lejanos. No todos los días de la vida resplandece el sol, pero acordémonos
siempre de las palabras del Señor Jesús a sus amigos antes de la pasión: «En el
mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
Después de
haber escuchado a los dos discípulos en el camino de Emaús, Jesús resucitado
«comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en
todas las Escrituras lo que se refería a él» (Lc 24,27). Y los corazones de
los discípulos se encendieron, tal como después se confiarían el uno al
otro: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos
explicaba las Escrituras?» (v. 32). Jesús, efectivamente, es la Palabra viviente,
la única que puede
abrasar, iluminar y trasformar el corazón.
De ese modo comprendemos
mejor la afirmación de san Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo»
(Comentario al profeta Isaías, Prólogo). «Si el Señor no nos introduce
es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario
también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la
misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables»
(Carta ap. M.P. Aperuit illis, 1). Por ello, el conocimiento de la Escritura
es importante
para la vida del cristiano, y todavía más para el anuncio de Cristo y de su Evangelio.
De lo contrario, ¿qué trasmitiríamos a los demás sino nuestras propias ideas y
proyectos? Y un
corazón frío, ¿sería capaz de encender el corazón de los demás?
Dejémonos entonces acompañar
siempre por el Señor resucitado que nos explica el sentido de las Escrituras. Dejemos que Él encienda
nuestro corazón, nos ilumine y nos trasforme, de modo que podamos anunciar al
mundo su misterio de salvación con la fuerza y la sabiduría que vienen de su
Espíritu.
2. Ojos que «se
abrieron y lo reconocieron» al partir el pan. Jesús en la Eucaristía es
el culmen y la fuente de la misión.
Los corazones fervientes por la Palabra de Dios empujaron a
los discípulos de Emaús a pedir al misterioso viajero que permaneciese con
ellos al caer la tarde. Y, alrededor de la mesa, sus ojos se abrieron y lo
reconocieron cuando Él partió el pan. El elemento decisivo que abre los
ojos de los discípulos es la secuencia de las acciones realizadas por Jesús: tomar el
pan, bendecirlo, partirlo y dárselo a ellos. Son gestos ordinarios de un
padre de familia judío, pero que, realizados por Jesucristo con la gracia del
Espíritu Santo, renuevan ante los dos comensales el signo de la multiplicación de los
panes y sobre todo el de la Eucaristía, sacramento del Sacrificio de la
cruz. Pero precisamente en el momento en el que reconocen a Jesús como Aquel
que parte el pan, «Él había desaparecido de su vista» (Lc 24,31).
Este hecho da a entender una realidad esencial de nuestra fe: Cristo que parte
el pan se convierte ahora en el Pan partido, compartido con los discípulos y
por tanto consumido por ellos. Se hizo invisible, porque ahora ha entrado dentro de
los corazones de los discípulos para encenderlos todavía más, impulsándolos a
retomar el camino sin demora, para comunicar a todos la experiencia única del
encuentro con el Resucitado. Así, Cristo resucitado es Aquel que parte
el pan y al mismo tiempo es el Pan partido para nosotros.
Y, por eso, cada
discípulo misionero está llamado a ser, como Jesús y en Él, gracias a la
acción del Espíritu Santo, aquel que parte el pan y aquel que es pan
partido para el mundo.
A este
respecto, es necesario recordar que un simple partir el pan material con
los hambrientos en el nombre de Cristo es ya un acto cristiano misionero.
Con mayor razón, partir el Pan eucarístico, que es Cristo mismo, es la acción
misionera por excelencia, porque la Eucaristía es fuente y cumbre de la
vida y de la misión de la Iglesia.
Lo recordó
el Papa Benedicto
XVI: «No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el
Sacramento [de la Eucaristía]. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos.
Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él.
Por eso la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es también de su
misión: “Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia
misionera”» (Exhort. ap. Sacramentum caritatis, 84).
Para dar fruto
debemos permanecer unidos a Él (cf. Jn 15,4-9). Y esta
unión se realiza a través de la oración diaria, en particular en la adoración, estando
en silencio ante la presencia del Señor, que se queda con nosotros en la
Eucaristía. El discípulo misionero, cultivando con amor esta comunión con
Cristo, puede convertirse en un místico en acción. Que nuestro corazón
anhele siempre la compañía de Jesús, suspirando la vehemente petición de
los dos de Emaús, sobre todo cuando cae la noche: “¡Quédate con nosotros, Señor!”
(cf. Lc 24,29).
ACCIÓN:
¿Qué hacemos ahora? Lo que hicieron
aquellos discípulos es posible. “Quédate con nosotros”. Él se quedó partió en
pan y ellos le reconocieron. Luego van a comunicárselo a los otros. Son los
pasos para la evangelización. Ahora ora,
reza y comparte. Puedes hacerlo.